El fuego, desde afuera hacia adentro,
se instala en la memoria de la soledad.
Se expande en llamas hasta el límite
que ya no es luz pero que no llamamos lo oscuro.
Fluye el dolor como debería fluir el olvido;
serpiente cambiante; era de los sueños rotos
o quemados.
4 junio 2008
Gabriela De Cicco
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